

Recientemente asistimos en Italia, concretamente en la preciosa ciudad de Matera, a un workshop sobre la aplicación de la tecnología espacial en el campo de la agricultura. El evento fue organizado por NEREUS, la red de regiones europeas para las que la utilización de las tecnologías espaciales resulta prioritaria, y contó con la presencia de importantes actores tanto del sector privado como público, incluyendo a altos representantes de la Dirección General para la Agricultura y el Desarrollo Rural de la Comisión Europea.
En cuanto al contenido del workshop, merece la pena destacar la calidad técnica de las ponencias, muy centradas en el aprovechamiento de la información satelital proporcionada por los sentinels del programa Copernicus, para su posterior procesamiento y utilización en el campo de la agricultura. Entre estas aplicaciones podríamos destacar, entre otras, la adaptación de las estrategias de riego en función del estado de los cultivos y las reservas hídricas, la monitorización de la salud de la planta para definir las pautas de fertilización o el análisis de la planta para determinar el momento óptimo para la recolección. El workshop dejó patente que existe una sinergia clara entre los sectores de espacio y agricultura.
Sin embargo, como sucede en cualquier innovación cross-sectorial, existen barreras que impiden que ésta se consolide. En el caso de los sectores que nos ocupan, espacio y agricultura, el workshop reveló que las tecnológicas y económicas son las barreras más importantes que constituyen un cuello de botella, y que en cierta medida impiden que el usuario final apueste de verdad por lo que la industria 4.0 pone a su disposición para mejorar el rendimiento de las explotaciones agrarias, tanto en latifundios como en minifundios. En primer lugar, el gap tecnológico entre proveedor y usuario final es muy grande, como es el caso que nos ocupa, en el que el sector destino de aplicación de la tecnología es el agrícola, muy tradicional, y en términos generales con una fuerte resistencia al cambio. En segundo lugar, la inversión necesaria para afrontar el salto tecnológico en un sector que se caracteriza por generar bajos márgenes de beneficio por hectárea cultivada.
La industria del futuro es un proceso imparable que necesita de una estrategia centrada en el cliente. Éste necesita escuchar la música y además de sonarle bien, hay que darle información sobre el grupo, los mejores singles, el último álbum y los próximos conciertos. Además, la industria tiene que trabajar en modelos de negocio innovadores que mejoren la rentabilidad del usuario final, convirtiéndole en jugador clave de la cadena de valor, y que en la industria 4.0 podrán ser de lo más variopintas, muy enfocadas en la denominada “Sharing Economy”. En ella interactúan diferentes actores, a través de medios digitalizados principalmente, y satisfacen de manera conjunta una necesidad real o potencial mediante el uso de un producto o servicio. El cliente habla claro: “Show me the money”.